miércoles, 14 de mayo de 2008
Sueños de algodón
Llevo algunos días jugando a un videojuego de rol, y he de decir que el tiempo que le he dedicado ha sido bastante bueno, si bien no por el juego en si, que también, sino por lo que me ha hecho soñar con un mundo de fantasía...
Cuan maravilloso sería vivir en un mundo así, con dragones, hechiceros, guerras aquí y allá, héroes rondando las calles, juglares entreteniendo a los niños y no tan niños por las calles mal construidas de los pueblos.
Cuan maravilloso sería poder ser tu el protagonista, cambiando el mundo con tus decisiones, forjando tu destino, luchando contra épicos enemigos día tras día, y rescatando damiselas en apuros para obtener una gran recompensa y su amor incondicional.
Como muestra de mi afición dejo una historia fantástica que escribí hace ahora bastante tiempo.
El pasado de Fizban es tan oscuro como lo es su presente, pocos son los que conocen algún dato de él. La información que revelaré ahora la obtuve de diversas personas de todo Aden que mi lo explicaron no sin miedo, por alguna razón que no podía saber antes de conocer su historia.
Fizban desde pequeño desconocía el significado de los términos amor y cariño, pues él no era de “pura sangre”. Su padre era un humano y su madre una elfa.
Al no ser ni humano ni elfo ninguna de las dos razas le admitía en sus familias, por lo que sus padres llenos de vergüenza, le abandonaron en un bosque a su suerte.
Aún siendo pequeño, su mirada ya no reflejaba inocencia ni bondad, si no odio y sed de venganza.
Para poder sobrevivir, trabajó irregularmente para algunos mercaderes de ciudad cazando animales salvajes. De este modo tan frívolo creció a espaldas del mundo y de todas las miradas.
Un día como otro cualquiera, Fizban ya adolescente, asistió a una gran feria en el pueblo de los Cazadores, feria a la que también asistieron una gran variedad de magos y hechiceros para exhibirse y entretener a los más pequeños.
Tal fue la impresión que le causaron al joven Fizban que se vio empujado a busca maestros elemantalistas, ya que sentía una pasión casi enfermiza por el fuego, le entusiasmaba el olor a carne chamuscada, la destrucción que éste provocaba...
Vagó durante meses por grandes ciudades y espesuras hasta que el caprichoso destino quiso brindarle la oportunidad de recorrer los senderos de la magia. Esa oportunidad tenía nombre y apellido, Alviss Siren, que por alguna razón le ayudó, le enseñó las bases de la magia, su filosofía, hasta cuidó de él como si fuese de su familia.
Esto hizo que Fizban le llamase Maestro, cosa que no hizo con nadie más en su vida. Tal fue el interés de Alviss en el joven Fizban que le pagó los estudios de hechicería en la Torre de Marfil.
Fizban se sintió muy a gusto en aquel lugar, seguramente era la primera vez en su vida que llegó a sentirse feliz, mas él rehuía de contacto alguno con los demás estudiantes, se pasaba cada día de su estancia escudriñando los libros de magia de aquella reputada biblioteca.
A la edad de diecisiete años se sometió a un examen por el cual estaría cualificado como maestro hechicero y le sería designada una ciudad en la que podría impartir sus enseñanzas a todo aquel interesado en aprenderlas.
Fizban había demostrado ya su destreza ganándose el favor de los profesores, pese a que eso comportó que los demás estudiantes sintiesen una gran envidia y mucho odio hacia él, lo que le condujo a ser presa de bromas y burlas de mal gusto, burlas que Fizban les devolvió el día del examen.
A la caída del crepúsculo, un profesor de cada rama de la magia guió a una veintena de alumnos al nivel inferior de la Torre, a una gran sala de marfil con unas columnas del mismo material que alcanzaban el alto techo adornado con las representaciones de antiguos hechiceros inmersos en épicas guerras de este mundo.
Uno a uno y en completo silencio los jóvenes aspirantes demostraron todo lo que habían aprendido. La prueba a primera vista era harto simple, cada uno de ellos disponía de un muñeco al que deberían lanzar un conjuro de alto nivel.
El séptimo alumno fue Fizban, sus ojos centelleaban maliciosamente. Conjuró su hechizo ígneo pero... aún y así el muñeco siguió intacto. Por el contrario el hechizo dio de lleno en sus compañeros.
La grotesca imagen inundó de terror los rostros de los profesores, mientras que Fizban mostraba una sonrisa casi demoníaca.
Tras esa cruda venganza el claustro de profesores le encerraron en una de las mazmorras de la Torre, lugar dónde fue sometido a indescriptibles torturas para finalmente ser abandonado en un lugar desierto, dejado de las manos de los Dioses.
Como era de suponer, Fizban logró sobrevivir a ese infierno, deambulando durante semanas hasta que otra vez, el endemoniado destino condujo sus pasos hacia las dos primeras personas que le amargaron la vida: un humano y una elfa... sus padres.
Nadie sabe lo que ocurrió en ese encuentro, tan sólo que jamás se volvió a saber de los padres de Fizban; así que es presumible lo que allí pudo acaecer.
Fizban, poco a poco se transformó gracias a sus actos tenebrosos, en el protagonista de su propia historia de terror, provocando que la gente explicase relatos de él, pero como pocos eran los que conocían su nombre fue llamado “la Sombra Mestiza”, hecho que lejos de molestarle le agradó bastante, adoptando dicho apodo.
Durante los dos siguientes años de su vida, se dedicó a vagar de ciudad en ciudad buscando su camino en este mundo, porque aún no sabe que era él mismo el que debía labrarlo...