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Después de bastante tiempo vuelvo a mis inicios, y que mejor manera de hacerlo que escribiendo, vaciando mi alma y mi corazón.
¿Que mejor manera de dar un paso con el pie derecho que mirando donde tienes el izquierdo? La vida consiste en avanzar y retroceder en el momento adecuado, nunca a tientas o simplemente por el hecho de mantenerse en movimiento.
Os voy a contar un cuento:
Erase una vez en un país muy muy lejano, un chico de familia pobre que jamás destacó en nada, viviendo a la sombra siempre de los alardes de su hermano, el primogénito adorado de la familia, en su niñez jamás supo lo que las palabras fama y felicidad existían, tan solo tenía una vaga idea de ellos gracias a las canciones que los juglares recitaban sobre antiguos héroes de otra edad.
Así pasó mucho tiempo, es más, toda su niñez soñando con llegar a ser alguien algún día, escapar de su vida, lo que le llevó a alejarse de todo y encerrarse en su propia cúpula vidriosa, creando el mismo su realidad y obviamente siendo él el protagonista.
Pasaron los años y la familia cada vez estaba más preocupado por él, médicos de toda la ciudad le visitaron para saber que pasaba por su inocente mente, pero tan solo conseguían arrancarle palabras inconexas como "volar", "brillar", "respirar", "actuar".
Los padres, cansados de la situación, enviaron al segundo vástago a trabajar en el corte real, para al menos librarse de su carga, pero lo que no supieron entonces es que eso fue lo mejor que le podía haber pasado al chico.
La hija de la Reina era más o menos de su edad, si bien algo más pequeña quizás, y por primera vez en muchos años el chico asomó la cabeza un instante por encima de su cúpula para contemplarla. La chica tenía una sonrisa desalentadora, que dejaba sin respiración a aquel aventurado que osase posar su mirada en ella. Pero sus ojos... mostraban una mirada triste, casi incapaz de sentir, una mirada que reflejaba una vida medio vivida, con falta de alicientes, una vida igual que la de él.
Poco a poco, día a día intentaba acercarse a ella dedicando menos tiempo a habitar en su cúpula vidriosa, hasta que pasado el tiempo un día un débil susurro llego su alma... Un "te quiero" surgido de los suaves y temblorosos labios de la hija de la Reina.
En ese momento... Perdió las llaves de la entrada de su cúpula vidriosa, ya jamás necesitaría volver a entrar