domingo, 8 de junio de 2008

El muñeco roto

Todas las noches el mismo ritual, a la misma hora, cuando la luz de la luna rasga el oscuro manto nocturno. El procedimiento continua siendo el mismo, muy simple; buscar, encontrar, seguir… y cazar.

Caminando entre medio de esa noche había una chica que caminaba de manera ligera por las tortuosas calles del pueblo. Nunca le había gustado tener que salir de casas a esas horas de lúgubre oscuridad, desde pequeña le explicaban historias de miedo sobre raros asesinatos y desapariciones a la luz de aquella misma luna, la única confidente de aquellos extraños sucesos, haciendo gala de su valor nunca les dio demasiada importancia ni veracidad, pero aún así cuando alguien se encuentra solo en medio de la nada provoca que se sienta desprotegida de todo.

Le había llamado el médico del pueblo, su padre había sufrido un infarto y tenía que estar con él ahora que estaba tan frágil, como es lógico. El trayecto desde su casa no era mas que de unos quince minutos, tenía que atravesar la fachada de la tienda del pueblo, tomar el camino a las afueras y continuar hasta los terrenos de la familia Todd.

Por fin había llegado el momento de elegir a una víctima para dar comienzo a su ritual, y aquél pequeño pueblo refugiado entre las montañas le pareció idóneo para aquella noche, tenía que sufrir la sed que le azotaba desde hacía unas horas. Poco a poco se acercó a las casas ocultándose entre los matorrales que podían cubrirle escasamente. Llegó a la entrada del pueblo, pero una voz humana, de una chica al parecer, hizo detener sus pasos, provocándole una sonrisa invisible a ojos de los demás en su pálido rostro, su presa se acercaba sinuosa e inconscientemente a él, tan solo unos pasos más….

Ya era muy tarde, así que la señora Adams decidió que lo mejor sería cerrar la tienda del pueblo, ya nadie vendría en aquél día, además tenía que llevar a su hija pequeña, que tenía catorce años, a la cama, hoy se había quedado con su madre ya que unas pesadillas no le dejaban conciliar el sueño. Madre e hija vivían en el piso de arriba de la tienda, algo bastante típico y tópico en estos pequeños pueblos.

Aun así, la hija no quería subir aún a casa, no encontraba su juguete favorito,y no se quería marchar sin dar con él, así que una vez que su madre entró en su dormitorio, ella bajo de nuevo a la tienda descalza y vestida únicamente con una estampada bata, bajo el amparo de un pequeño candil de aceite.

Dio varias vueltas a gatas por el local, pero sin suerte, no logró encontrar su juguete, entonces le vino una idea bastante crédula a su cabeza ¿y si la fuerza divina de algún Dios dotó de vida al juguete y había salido fuera de la tienda? Así que sin dudarlo ni un segundo, empujó la puerta de la entrada y se unió a la oscuridad de la noche. Sus pasos la guiaron hacía los terrenos de la familia Todd.

Por un instante le pareció que su muerto corazón latía de la emoción, por fin podría saciar su sed. Se revolvió un poco en el matorral, desentumeciendo los fríos músculos y apoyó las manos en el suelo preparándose para atacar a aquella indefensas presa. Cuatro, quizá cinco metros le separaban de ella, de su fuente de comida aquella noche, y a ella le faltaban cinco metros para llegar al abrazo de las manos de la muerte.

¿Cómo estaría su padre? La chica se lo preguntaba según iba caminando hacía donde yacía su convaleciente progenitor. A decir verdad, desde que murió su madre dos años atrás su padre tenía una salud bastante delicada. Como es evidente la fallecimiento de su madre los afectó tanto que rara vez nombraban ese hecho… Ya había sufrido más infartos, saliendo más o menos bien parado de todos ellos, lo de esta noche no era más que un capítulo nuevo en su desgastado libro.

¿Dónde estaría el juguete? Por mucha vida de la que le hubiesen dotado los Dioses no podía haber llegado tan lejos en tan poco tiempo. Un escalofrío recorrió su cuerpo, demasiado frío para una niña ataviada con una bata a aquellas horas de la noche, así que caminó más aprisa, con ganas de llegar a casa.

Se lamió los labios con lascividad, ninguna sensación era comparable a la que sentía en el momento previo a un ataque, tan solo debía esperar alguna señal para poder atacar, y esta llegó..

Una pequeña rama de olivo crujió bajo los inocentes pies de la víctima, que asustándose un poco empezó a mirar a su alrededor ansiando no ver nada, aun así, en contra de su voluntad vislumbró una figura irguiéndose en la oscuridad, pero, por alguna razón no sentía ganas de escapar, es más, deseaba quedarse , junto aquél envuelto en un misterioso pero atrayente velo. El acercaba el rostro al de ella con parsimonia, y sin saber porque ella alzó su tembloroso brazo y acarició el frío rostro, una sensación parecida a acariciar una losa de piedra. La misma sonrisa fría y vacía brotó en su rostro, que acercó más al de la chica. Su pútrido aliento masajeó el suave cuello de ella y en ese momento… Sus afilados colmillos se hundieron en su piel en busca de su fuente de vida, en busca de su alma para toda la eternidad, con el único fin de alimentarse aquella noche. Apretó fuertemente el cuerpo de la chica contra él hundiendo más y más sus colmillos, pero a la vez, profiriéndole una gran sensación de éxtasis.

La chica no sentía nada, ni dolor, ni desesperanza, ni miedo, nada en absoluto, al cabo de unos instantes él la dejó caer al suelo, entonces, con el helado tacto de la tierra empezó a sentir un vacío dentro de si misma, sentía una sensación de alejamiento que nunca había sentido, no olía, no parpadeaba, no respiraba y la vista cada vez se desenfocaba más de aquél ser hasta que de pronto, la nada. Sus ojos, antaño brillantes y radiantes de vida ahora eran opacos, sin reflejo, lo único que la luna podía reflejar en ella ella era una lágrima que surcaba su mejilla, velando por el cuerpo que jamás volvería a moverse…

Sonó un seco golpe en una puerta de roble, un hombre que había en el interior abrió la puerta, al parecer la estaba esperando. Con un gesto con la mano la invitó a entrar en la casa, una vez en el salón el hombre le confesó que había hecho todo lo que pude, pero que su padre esta vez no logró soportar el infarto…

En el camino yacía el cuerpo de la niña, con su pequeña bata estampada bañada en su propia sangre, y de su bolsillo, se dejaba ver un pequeño juguete…

viernes, 6 de junio de 2008

23

Texto extraido de una noticia de El Periodico

El 23 dicen que es un número mágico que aúna misterio y secretos. Y razón no les falta. Os pondré unos ejemplos: ¿sabíais que cada padre contribuye con 23 cromosomas al ADN y que el cromosoma 23 es el que determina el género del hijo?
Ya sé que pensáis no es para tanto. Pero aquí van otras tres casualidades: la sangre tarda 23 segundos en circular por nuestro cuerpo, existen 23 discos en la columna vertebral y Julio César fue apuñalado 23 veces.
Lo sé, todo parece un cúmulo de datos unidos por un número. Pero es que hay hasta un grupo de sabios en la red que opina que el número 23 nos marca la vida. Yo no creo mucho en estas cosas, pero es cierto que a mí el 23 me marcó. Os lo explico después de la lista de lo mejor de la semana.
Tercer puesto. Una conversación que pillé en un bar. Dos chicos de 30 añoraban las bolsas de agua caliente que ponían dentro de la cama cuando eran pequeños. Sin duda, me uno a la añoranza. A veces, el progreso hace que desaparezcan objetos que son necesarios para crecer feliz.
Segundo lugar. El fabuloso libro El último encuentro de Sándor Márai (Salamandra). Me quedo con estas frases sobre la vejez: "Cuando pasas de los 90, envejeces de manera distinta que a los 50 o los 60. Envejeces sin resentimiento". Qué ganas de llegar a los 90 para saber si es verdad.
Primer lugar. Los preciosos DVD de la serie Alfred Hitchcock presenta.... Los compré con algunas dudas, pensando que ya no me producirían tanto miedo como cuando era pequeño. Pero os puedo asegurar que seguiréis disfrutando. No han pasado los años para estas joyas de 23 minutos de duración.
Ah, y mi relación con el número 23 tiene que ver con que yo perdí mi pierna (o gané un muñón, como me gusta decir) un 23 de abril. Creo sin duda que es el mejor día para perder una pierna. Y lo digo en serio. Porque cada año cuando llega Sant Jordi veo gente regalándose rosas y libros y pienso: 'El mundo lo sabe y lo celebra'. Además, lo mejor es que, como enterré mi pierna ese día, soy de los poquitos que puedo decir que tengo un pie en el cementerio. ¿Y vuestra relación con el 23? Buscadla, que seguro que existe... Pensad, pensad...

lunes, 2 de junio de 2008

144.000


Hay que notar primero que 144.000 = 12 x 12 x 1000, es decir, recordando el significado de los números, una gran cantidad (1000), multiplicada por la totalidad (al cuadrado, es decir, todavía más grande) del pueblo de Dios.

Esta cifra puede interpretarse literalmente a partir del libro del Apocalipsis como el número de las personas que quedarían salvadas al final, pero leyendo más adelante, se puede leer lo siguiente: ...vi luego también una multitud que nadie podía contar, de toda nación, raza y lengua... (Ap 7:9-17), lo que se puede interpretar también como el hecho de que el número 144.000 no sería exacto ni literal, sino solamente representativo.

El total de 144.000 se da por la suma de doce mil miembros de cada tribu del pueblo de Israel. Según Prévost (2001: 105-106) existe una curiosidad en este listado de las tribus, que no aparece en cualquier otro listado de las tribus de Israel en toda la Biblia. En primer lugar aparece la tribu de Judá, como sería lógico para quien tiene claro de donde viene el Mesías según las profecías del AT. Después viene la tribu de Rubén, que siendo hermano mayor de Judá no prevaleció. Por otra parte no aparece la tribu de Dan que en otros listados sí aparece, y sí aparece la de Manasés, que en otros listados no aparece. Y después, la parte más extraña, si se recuerda que las tribus de Israel están asociadas a los 12 hijos de Jacob, y que este tuvo sus doce hijos a partir de varias esposas: dos esclavas y dos no esclavas. Por lo general, uno esperaría, como de hecho sucede en los otros listados, que primero se enlisten los hijos de las esposas no esclavas, y por último los de las esclavas. En el listado del Apocalipsis, después de mencionar a Judá y Rubén, se enlistan primero las tribus de los hijos de las esclavas y al último el resto

martes, 20 de mayo de 2008

Noult

Bueno, llevo un tiempecillo que he vuelto a mis raíces de rap, y he descubierto este Mc que la verdad me encanta, os dejo algún video, de alguna Batalla de Gallos ( competiciones improvisadas entre dos mcs) y algun otra cancion suya ^^





miércoles, 14 de mayo de 2008

Sueños de algodón


Llevo algunos días jugando a un videojuego de rol, y he de decir que el tiempo que le he dedicado ha sido bastante bueno, si bien no por el juego en si, que también, sino por lo que me ha hecho soñar con un mundo de fantasía...

Cuan maravilloso sería vivir en un mundo así, con dragones, hechiceros, guerras aquí y allá, héroes rondando las calles, juglares entreteniendo a los niños y no tan niños por las calles mal construidas de los pueblos.

Cuan maravilloso sería poder ser tu el protagonista, cambiando el mundo con tus decisiones, forjando tu destino, luchando contra épicos enemigos día tras día, y rescatando damiselas en apuros para obtener una gran recompensa y su amor incondicional.

Como muestra de mi afición dejo una historia fantástica que escribí hace ahora bastante tiempo.

El pasado de Fizban es tan oscuro como lo es su presente, pocos son los que conocen algún dato de él. La información que revelaré ahora la obtuve de diversas personas de todo Aden que mi lo explicaron no sin miedo, por alguna razón que no podía saber antes de conocer su historia.
Fizban desde pequeño desconocía el significado de los términos amor y cariño, pues él no era de “pura sangre”. Su padre era un humano y su madre una elfa.
Al no ser ni humano ni elfo ninguna de las dos razas le admitía en sus familias, por lo que sus padres llenos de vergüenza, le abandonaron en un bosque a su suerte.
Aún siendo pequeño, su mirada ya no reflejaba inocencia ni bondad, si no odio y sed de venganza.
Para poder sobrevivir, trabajó irregularmente para algunos mercaderes de ciudad cazando animales salvajes. De este modo tan frívolo creció a espaldas del mundo y de todas las miradas.
Un día como otro cualquiera, Fizban ya adolescente, asistió a una gran feria en el pueblo de los Cazadores, feria a la que también asistieron una gran variedad de magos y hechiceros para exhibirse y entretener a los más pequeños.
Tal fue la impresión que le causaron al joven Fizban que se vio empujado a busca maestros elemantalistas, ya que sentía una pasión casi enfermiza por el fuego, le entusiasmaba el olor a carne chamuscada, la destrucción que éste provocaba...
Vagó durante meses por grandes ciudades y espesuras hasta que el caprichoso destino quiso brindarle la oportunidad de recorrer los senderos de la magia. Esa oportunidad tenía nombre y apellido, Alviss Siren, que por alguna razón le ayudó, le enseñó las bases de la magia, su filosofía, hasta cuidó de él como si fuese de su familia.
Esto hizo que Fizban le llamase Maestro, cosa que no hizo con nadie más en su vida. Tal fue el interés de Alviss en el joven Fizban que le pagó los estudios de hechicería en la Torre de Marfil.
Fizban se sintió muy a gusto en aquel lugar, seguramente era la primera vez en su vida que llegó a sentirse feliz, mas él rehuía de contacto alguno con los demás estudiantes, se pasaba cada día de su estancia escudriñando los libros de magia de aquella reputada biblioteca.
A la edad de diecisiete años se sometió a un examen por el cual estaría cualificado como maestro hechicero y le sería designada una ciudad en la que podría impartir sus enseñanzas a todo aquel interesado en aprenderlas.
Fizban había demostrado ya su destreza ganándose el favor de los profesores, pese a que eso comportó que los demás estudiantes sintiesen una gran envidia y mucho odio hacia él, lo que le condujo a ser presa de bromas y burlas de mal gusto, burlas que Fizban les devolvió el día del examen.
A la caída del crepúsculo, un profesor de cada rama de la magia guió a una veintena de alumnos al nivel inferior de la Torre, a una gran sala de marfil con unas columnas del mismo material que alcanzaban el alto techo adornado con las representaciones de antiguos hechiceros inmersos en épicas guerras de este mundo.
Uno a uno y en completo silencio los jóvenes aspirantes demostraron todo lo que habían aprendido. La prueba a primera vista era harto simple, cada uno de ellos disponía de un muñeco al que deberían lanzar un conjuro de alto nivel.
El séptimo alumno fue Fizban, sus ojos centelleaban maliciosamente. Conjuró su hechizo ígneo pero... aún y así el muñeco siguió intacto. Por el contrario el hechizo dio de lleno en sus compañeros.
La grotesca imagen inundó de terror los rostros de los profesores, mientras que Fizban mostraba una sonrisa casi demoníaca.
Tras esa cruda venganza el claustro de profesores le encerraron en una de las mazmorras de la Torre, lugar dónde fue sometido a indescriptibles torturas para finalmente ser abandonado en un lugar desierto, dejado de las manos de los Dioses.
Como era de suponer, Fizban logró sobrevivir a ese infierno, deambulando durante semanas hasta que otra vez, el endemoniado destino condujo sus pasos hacia las dos primeras personas que le amargaron la vida: un humano y una elfa... sus padres.
Nadie sabe lo que ocurrió en ese encuentro, tan sólo que jamás se volvió a saber de los padres de Fizban; así que es presumible lo que allí pudo acaecer.
Fizban, poco a poco se transformó gracias a sus actos tenebrosos, en el protagonista de su propia historia de terror, provocando que la gente explicase relatos de él, pero como pocos eran los que conocían su nombre fue llamado “la Sombra Mestiza”, hecho que lejos de molestarle le agradó bastante, adoptando dicho apodo.
Durante los dos siguientes años de su vida, se dedicó a vagar de ciudad en ciudad buscando su camino en este mundo, porque aún no sabe que era él mismo el que debía labrarlo...

Un nuevo mundo


Después de bastante tiempo vuelvo a mis inicios, y que mejor manera de hacerlo que escribiendo, vaciando mi alma y mi corazón.

¿Que mejor manera de dar un paso con el pie derecho que mirando donde tienes el izquierdo? La vida consiste en avanzar y retroceder en el momento adecuado, nunca a tientas o simplemente por el hecho de mantenerse en movimiento.

Os voy a contar un cuento:

Erase una vez en un país muy muy lejano, un chico de familia pobre que jamás destacó en nada, viviendo a la sombra siempre de los alardes de su hermano, el primogénito adorado de la familia, en su niñez jamás supo lo que las palabras fama y felicidad existían, tan solo tenía una vaga idea de ellos gracias a las canciones que los juglares recitaban sobre antiguos héroes de otra edad.

Así pasó mucho tiempo, es más, toda su niñez soñando con llegar a ser alguien algún día, escapar de su vida, lo que le llevó a alejarse de todo y encerrarse en su propia cúpula vidriosa, creando el mismo su realidad y obviamente siendo él el protagonista.

Pasaron los años y la familia cada vez estaba más preocupado por él, médicos de toda la ciudad le visitaron para saber que pasaba por su inocente mente, pero tan solo conseguían arrancarle palabras inconexas como "volar", "brillar", "respirar", "actuar".

Los padres, cansados de la situación, enviaron al segundo vástago a trabajar en el corte real, para al menos librarse de su carga, pero lo que no supieron entonces es que eso fue lo mejor que le podía haber pasado al chico.

La hija de la Reina era más o menos de su edad, si bien algo más pequeña quizás, y por primera vez en muchos años el chico asomó la cabeza un instante por encima de su cúpula para contemplarla. La chica tenía una sonrisa desalentadora, que dejaba sin respiración a aquel aventurado que osase posar su mirada en ella. Pero sus ojos... mostraban una mirada triste, casi incapaz de sentir, una mirada que reflejaba una vida medio vivida, con falta de alicientes, una vida igual que la de él.

Poco a poco, día a día intentaba acercarse a ella dedicando menos tiempo a habitar en su cúpula vidriosa, hasta que pasado el tiempo un día un débil susurro llego su alma... Un "te quiero" surgido de los suaves y temblorosos labios de la hija de la Reina.

En ese momento... Perdió las llaves de la entrada de su cúpula vidriosa, ya jamás necesitaría volver a entrar